jueves, 1 de noviembre de 2007

Agua infinita en Cantabria

Cantabria es la tierra infinita a la que el agua acompaña, fijo en su camino, y la llena de savia, de riqueza, de vida. Diversos climas dotan a cada zona de un espacio en el que el agua es el protagonista y moja sus laderas de blanco o se desliza entre bajadas de cañones camino del mar, rey absoluto de la zona costera y proveedor de alimento para tantas familias. El agua ciega sus ojos al condensarse en la niebla, tan común en el norte de mañanas grises, y se reúne en conjunto, grupo en los embalses, o se esconde entre las cuevas de humedad y formas. Agua en los balnearios, famosos por sus propiedades curativas, en los otoños, lluvia en los cristales, o estancada en marismas de aves protegidas. Incluso las canciones recogen el agua caída en la provincia y dicen que si vas a Santander no olvides el paraguas, o eso de “Santander, qué bello es (bis) ni en invierno ni en verano ha dejado de llover”.

Sentidos de agua que a ratos evoca momentos vividos. Y ves la imagen de las distintas versiones del elemento mientras escuchas el golpe que su caer provoca, entre aromas de recuerdos y sabores únicos. Tocando el agua sientes temperaturas, texturas, mientras las sensaciones te acompañan en el infinito viaje por la región, Cantabria de agua.

Vista que mira el agua caída en cada rincón. Movimiento o quietud, deshielo o condensación. Humo de agua que se ve cercana, entre intentos fallidos de querer tocarlo. Colores generados de corriente en los que el ojo se posa para quedarse. Paisajes de agua maravilla, que acompasan el camino de excursión de los sentidos.

Golpeteo constante en cada superficie que el oído dota de su propio son. Agua que suena en el mar, sonidos marinos, o acompaña a la cascadas de visión grandiosa. Ruido de lluvia en el techo, en el correr constante de los ríos. Olas que se rompen y relajan la acústica del ambiente. Silencios que llenan espacios de cuevas o embalses.

Olores de agua entre espacios que dotan de sentimiento. Suelo mojado entre el barro, entre los charcos de zapatos de huella. Olfato recuerdo de mar de salitre, de orillas de hierba húmeda, de gotas que no marchitan. Nariz que se pasea entre rincones de agua que transportan sensaciones de vacaciones de sal o tarde de lluvia.

Agua entre las manos, de tacto infinito de piel que acompasa el fluir de cada instante. Fría de los hielos, de la nieve que tantos juegos provoca entre bolas que se lanzan o crean figuras. Agua cálida en balnearios de salud calor, fresca de las fuentes en las que la sed se calma, baños de Mar Cantábrico de cuerpo tiritante.

Sabores de agua. De sal en los labios cuando la ola te coge y cubre por entero. De manantial puro, pureza termal que en las botellas caracteriza por sus peculiaridades. Insípida y sin embargo tan llena de gusto, de verduras y frutas a las que la lluvia ha dotado de fuerza, de vida.

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